De cómo y por qué un niño de 12 o 13 años comienza a escribir textos poéticos y repasa los cuerpos escriturales de filósofos y alquimistas, transformándose, en vez de salir a jugar con sus amigos en la calle, parece un destino indescifrable. Porque cuando la vía del escritor se hace consciente y yano se puede negar el destino sino a fuerza de lacerar el alma, todavía resuena el instrumento del deseo en la primera luz y la primera noche hundidas entre las palabras. Era el sonido del mar. Allí donde aparecen las primeras visiones que, pensamos, tienen cierta semejanza con el alma que atestiguamos. ¿Y cómo se habitúa nuestro ser a las rompientes del día?, por cierto que con la reminiscencia del líquido vitelino.