Editorial

 

                El primer número de este año 2011 es una buena muestra del espíritu que alienta a nuestra revista: una mirada integral de las sociedades humanas donde se cruzan propuestas interpretativas, discusiones teóricas y formulaciones metodológicas novedosas para desentrañar las dinámicas y tensiones sociales sobre las que se estructura la realidad social en diferentes tiempos y espacios de nuestro continente. Se conjugan en este volumen artículos que abarcan diferentes ramas de la Antropología (Antropología Socio-Cultural, Arqueología y Antropología Física), pero que también por su dinámica son difíciles de encasillar en una sola de estas áreas.

 

                El primer trabajo es una excelente muestra de este enfoque. Alejandro Haber discute la posibilidad y las estrategias para desarrollar una metodología arqueológica en una perspectiva post-colonialista, pero en ese recorrido su reflexión se alimenta de la Etnografía, Antropología Cultural y los Estudios Culturales. La integración de los saberes de cada una de estas líneas, producto de esos géneros confusos que ya hace décadas propuso Clifford Geertz, abre una línea de discusión cada vez más frecuente en las ciencias sociales Latinoamericanas, en general, y en la Arqueología del continente en particular. Su propuesta de indisciplinar la arqueología por medio de una metodología colaborativa es discutida por tres connotados arqueólogos: el Dr. Henry Tantaleán de Perú, el Dr. Dante Angelo de Bolivia y radicado ahora en la Universidad de Tarapacá, y el Dr. Francisco Gil-García de España con amplia experiencia de trabajo arqueológico y etnográfico en los Andes del Sur. Este debate inaugura también un nuevo formato de artículos que esperamos potenciar aún más en el futuro.

               

                Salvador Millaleo nos presenta una reflexión donde articula la idoneidad de la teoría de Sistemas para entender las reivindicaciones culturales del pueblo Mapuche. Por medio de una profunda discusión sobre identidad y cultura en el marco de la teoría de sistema, y en particular de los aportes de su mayor exponente N. Luhmann, evalúa como el movimiento mapuche hace uso de los nuevos recursos y articula diferentes esferas sociales para la conformación de su identidad. Como en el caso del trabajo anterior, bajo esta propuesta se delinean propuestas que intentan decentrar la noción estática de la conformación identitaria Mapuche, insertándolas dentro de las dinámicas postcoloniales de los sistemas sociales de nuestro continente.

 

                Antonio Tobón es otra muestra de estos géneros confusos al mezclar en su trabajo Antropología e Historia con el fin de estudiar un aspecto poco conocido de la ritualidad campesina nacional: el rol de las cantoras agrícolas en el mingaco de la trilla durante los siglos XIX y XX. Se nos presenta la caracterización de estas ceremonias, discutiendo como ellas se estructuran a manera de rituales, según el clásico modelo de Victor Turner; y se discute la centralidad de las cantoras en estas ceremonias. Se rescata a través de ella a una de las actoras más desconocidas del mundo campesino de la zona central de Chile, entendiéndolas como ejes articuladoras de todo el ritual cerealero.

 

                Luis Cornejo y Lorena Sanhueza nos entregan un artículo de Arqueología que se interroga por las posibles rutas de movilidad que unieron la zona central de Chile con el área de Mendoza en Argentina. A partir de caracterizar los diferentes pasos, y definir el registro arqueológico existente para cada uno de ellos, proponen diferentes rutas para conectar estos dos espacios en tiempos prehispánicos. Por medio de esta propuesta continúan reforzando la centralidad de entender la dinámica social prehispánica de estos dos espacios en un contexto de complementariedad, y no como lugares aislados y desconectados entre si.

 

                Una visión arqueológica para otro tema relevante en la prehistoria de los Andes del Sur es la que entregan Salazar y colaboradores. Presentando los resultados de análisis arqueométricos a piezas metálicas del período Medio procedentes de San Pedro de Atacama discuten la posibilidad de una producción local de metal para la zona en ese momento. Su reflexión y resultados son altamente relevantes, pues a través de ella se discute una de las hipótesis más aceptadas para entender las razones y dinámica de incorporación de este oasis dentro la esfera de influencia de Tiwanaku.

 

                Finalmente, Cocilovo y colaboradores nos entregan un interesante artículo desde la bioantropología, discutiendo la sectorización propuesta a partir de las ofrendas y ajuares de las tumbas para el cementerio de Coyo Oriente 3 en San Pedro de Atacama por el padre Gustavo Le Paige, con los resultados del análisis de variables craneométricas. Por medio de este enfoque, los autores cruzan e interrelacionan los datos biológicos de las poblaciones con los resultados provenientes de los análisis sobre los materiales culturales, efectuando una interesante interrelación entre Arqueología y Bioantropología.

A través de estas contribuciones nuestra revista continúa creciendo, abriendo sus espacios y temas de discusión hacia una mirada integral hacia las distintas comunidades que han formado nuestro ser Latinoamericano.